En Julio de 2013 EU Kids Online publicaba el trabajo titulado «Opportunities, Risks, Harm and Parental Mediation» cuyos significativos resultados pueden ser muy útiles hoy, cuando se ponen en marcha campañas de protección a los menores frente a delitos, con consejos y pautas seguras de actuación en redes sociales e internet, difundidas bajo el hashtag #crecerseguros. Muy resumidamente, el estudio demuestra que pese a la alarma, la exposición al riesgo en España es significativamente bajo si se compara con el conjunto de la UE. Así se habla de un 81% de seguridad, un 9% de exposición a los riesgos de naturaleza sexual, un 4% a contactos no deseados y un 4% de alto riesgo de daño.
No se escandalice el lector, ni obtenga la impresión de que los ocasionalmente alarmistas titulares de prensa no se compadecen con la realidad que muestra el estudio e incluso no coinciden con el presentado por UNIR en fechas similares. Lo cierto, es que el estudio muestra un fenómeno más profundo. España cuenta con un 29% de menores con carencias sobre aprendizaje y uso de internet, un 14% de niños que usan las redes aunque con un uso muy bajo en labores de estudio, un 35% de usuarios que sí integran usos educativos moderadamente, un 6 % que dedican al menos dos horas a múltiples actividades en internet, un 5 % que usa internet hasta tres horas y esencialmente para jugar online, y sólo un 12 % de usuarios avanzados capaces de extraer todas las ventajas al medio. Desde el punto de vista de la actividad de los padres en España un 22 % mantienen una actitud pasiva, un 28 % prefieren una mediación restrictiva con controles y prohibiciones, un 25% una implicación activa y un 26 % integran todo tipo de prácticas.
El resultado práctico de este escenario es cuando menos impactante. Si Ud. se sitúa entre ese 50% de españoles que o no hace nada o esencialmente prohíbe y controla, si no es del 25% que educa, habla con su hijo y se implica y si su hijo se encuentra entre ese 50% de menores que o no conocen internet o lo usan sólo para las redes sociales o jugar, aunque el riesgo porcentual sea bajo en el conjunto del país la exposición y el impacto para su hijo o hija puede ser demoledor.
La conclusión, parece evidentemente posible que se multiplique la exposición al riesgo de nuestros niños y niñas cuando educamos en un uso activo y en el conocimiento del medio. Pero si lo hacemos desde una implicación escolar y una mediación parental activa disminuye significativamente la probabilidad de impacto. Dicho de otro modo, ¿Vd. prefiere prohibir a su hijo usar una moto o educarle, comprarle una y un casco una vez que sepa que va a ser un conductor seguro?
Y en este aspecto, la educación en privacidad jugará un papel esencial. Cuando hablamos de formar en privacidad debemos eliminar de nuestra mente las palabras intimidad y propia imagen, -que forman parte del cóctel-, y a esos cantamañanas que exponen cada día sus trapos sucios en programas de casquería rosa. Aquí hablamos de ser capaces de poner en valor nuestra información personal en el contexto de la sociedad de la información. Nos referimos a menores educados para identificar cuál es el valor de su información, de saber qué contextos son confiables, de identificar qué rol deben jugar en una red social, de saber cuándo, cómo y con quién compartir esa información y de crecer en el respeto a la privacidad e intimidad de los demás. Hablamos de niños y niñas capacitados para adoptar estrategias seguras allí donde sea necesario y a la vez de extraer todo el jugo a Internet compartiendo información.
Y todo esto, no puede enseñarse sólo en casa. En Internet, como en el mundo físico la identidad digital de nuestros hijos se forma como un complejo entramado de experiencias en los que interaccionan los valores familiares, las relaciones interpersonales y el aprendizaje en la escuela. Pero tampoco se equivoquen, en los medios se discute sobre el uso de las redes sociales en la escuela, y las relaciones profesor-alumno. No se trata de eso, abrir una página del Colegio o el Instituto en Facebook, Tuenti o YouTube, exponer u obligar a los menores a exponerse no sólo es justo la antítesis de lo que aquí se propone, sino que contribuye directamente a promover una generación de incompetentes desde el punto de vista del manejo de la identidad digital. Convertir Facebook en lo que debería ser en realidad un foro de un aula virtual, o poblar los servidores de video y fotografía de adolescentes bailando en el gimnasio porque está de moda no parece la mejor de las elecciones.
¿Evaluó el profesor el medio? ¿Se molestó en leer las políticas de privacidad? ¿Verificó los términos y condiciones legales? ¿Verificó si podría crear un espacio cerrado y protegido? ¿Determino los objetivos que justificaban estar en esa red social? ¿Eligió la mejor de las alternativas de modo que satisfaciendo sus objetivos docentes pudiera a la vez desarrollar la actividad con plena garantía para la identidad digital de los menores? ¿Se aseguró de que no iba a repercutir directamente en la privacidad de menores no sujetos a su cuidado ya sea por la información subida ya sea porque funciones como “a los amigos de mis amigos” pueden exponer indirectamente datos? ¿Configuró un perfil docente netamente separado del personal y aconsejó a la misma tarea a sus estudiantes? ¿Es capaz de definir un lenguaje comunicativo correcto? ¿Formó a los estudiantes de modo que supieran bajo qué condiciones se ejerce el derecho a la información y la libertad de expresión en internet? ¿Informó adecuadamente a los padres? ¿Consultó sobre la responsabilidad jurídica que contraía el centro docente? ¿Adoptó la decisión con el consenso de la comunidad educativa? O, simplemente adoptó la decisión porque está de moda o le resultaba más cómodo. Basta con responder afirmativamente a la última pregunta para identificar una práctica de riesgo, que después pude ser no sancionada jurídicamente, pero que no admite otra calificación que la de educativamente irresponsable.
El Ministerio del Interior promueve un Observatorio sobre huella digital y seguridad online que permitirá anticiparse a los riesgos a los que se enfrentan los menores españoles en la Red y nos felicitamos por ello. Sin embargo, no podemos sino recordar que Internet no sólo es un espacio para el riesgo, sino también para el aprendizaje y las oportunidades. El futuro de Europa se juega en el mundo digital y hoy estamos obligados a apostar por un escenario de usuarios avanzados, con una identidad digital adquirida desde el conocimiento. El futuro de nuestros hijos, nuestro futuro como economía digital, no puede jugarse en el territorio del miedo, para ganar la partida debemos jugarla en el campo de la educación. Y esta educación debe liderarse por profesionales formados y conscientes de su responsabilidad.
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