¿Educación digital?

 

Originalmente publicado en El Mundo Comunidad Valenciana (17/05/2014)

En internet nuestros hechos nos definen para siempre. La memoria tiende a ser eterna. Por mucho que se empeñen los tribunales el olvido es deseable pero utópico. En internet, los mensajes son planos, una frase contundente un grito, una broma pesada cyberbullying, un insulto una calumnia, y una simple foto con mirada perdida puede convertirle en presunto alcohólico. La nuestra es una biografía en red y la identidad se conforma con un precipitado de enlaces cuyo sentido decide la ordenación que de los veinte primeros ofrezca un buscador.

Cuando participamos en una red social abierta, como Twitter, construimos una imagen social determinada. Sin apreciarlo establecemos un patrón de conducta, tuiteamos sobre ciertos temas, a ciertas horas, interactuamos con determinados usuarios y nos definimos personal y socialmente. Tendemos a confundir la “conversación” global con la que se produce en el mundo físico, y una y otra no tienen nada que ver. En el mundo virtual las palabras no se las lleva el viento, permanecen. En el territorio de los bites cualquiera puede ser un matón. En Tuitlandia una reputación vale 140 caracteres y un buen hashtag.

En el remoto Pleistoceno de la EGB y el BUP invertíamos cierto tiempo en aprender a escribir. Era un ejercicio pausado y costoso. También aprendimos ciertos valores y reglas de conducta. Nuestra educación familiar y escolar constituyó un pilar fundamental para la conformación de nuestra identidad adulta. Hoy nuestros niños y jóvenes crecen huérfanos de una educación digital que les prepare para afrontar con éxito los retos de una sociedad red. La palabra internet genera un automático deber de abstención con la excusa fácil, y sencillamente intolerable, del analfabetismo digital de padres y profesores.

Muchos jóvenes crecen en internet sin apreciar los valores del respeto a la dignidad de los demás. Confunden crítica y agresividad, simpatía y vulgaridad, debate y acoso. Hemos puesto en sus manos un conjunto de herramientas que podrían constituir una plataforma excepcional para el crecimiento personal, para el desarrollo de la innovación, para construir un país mejor, más transparente, más imaginativo, más democrático. Y sin embargo asistimos a un mundo de “trols” de todas las edades que hacen de la palabra violencia, agresión y vejación.

Los estudios apuntan que en España existe un buen número de “intensive gamers” adolescentes, que nuestras habilidades digitales probablemente están bastante por debajo del potencial de los países escandinavos y que el uso recreativo se prefiere al educativo e investigador. Así que probablemente, la existencia de jóvenes descerebrados de toda condición ideológica y cultural en Twitter más que del Derecho Penal necesite, y con urgencia, de una revisión profunda de los planes de estudio para insertar en ellos la educación digital.