Novatos

El programa de Equipo de Investigación emitido el 05/12/2014 con el título “Novatos” puede sorprender, horrorizar y asquear en distinto grado. Muestra sin duda aspectos intolerables respecto del comportamiento del ser humano en cualquier sociedad, pero mucho más en una sociedad democrática. Y no sólo eso, muestra como viejas prácticas aparentemente desterradas, las novatadas universitarias, renacen una vez tras otra. Seguramente, se dirá que es maniqueo, que sólo muestra la anécdota, que esto ya no es así o que no es del todo verdad. Desde mi punto de vista, quienes disculpan desde el relativismo moral las novatadas, quienes se centran su número o en su intensidad para relativizar el problema, son los que se equivocan. Basta con una sola novatada, con un solo colegio mayor, con una única víctima para asumir el imperativo moral y jurídico de actuar con toda la contundencia que el Estado de Derecho permita.

Un poco de historia personal.

Octubre-noviembre de 1987, Aula Magna de la Facultad de Derecho, estudiantes matriculados y asistentes 534. No cabemos, incluso nos sentamos en el suelo. Es el final de la mañana, de repente en la parte trasera del aula aparecen un grupo de energúmenos que bloquean las salidas al grito de “borregos”. Conocen la Facultad han accedido también por la puerta lateral del escenario a la que se llega desde el pasillo del Decanato. Yo estoy cerca de la salida, me dirijo rápidamente hacía ella, al llegar al grupo comienzo a dar patadas y puñetazos y se abre un hueco por el que pasar. En esencia son un atajo de cobardes que no quieren llevarse un buen tortazo y que además son incapaces de responder a un comportamiento inesperado. Salgo cabreado en dirección a RENFE, 20 minutos a pie, los amigos que han aprovechado mi hueco no consiguen alcanzarme. No sé qué hacer, y el sentimiento de rabia y humillación resulta indescriptible.

Me cuentan que después comienza el rosario de humillaciones. No se trata sólo del trenecito y de bailar los patitos, vendan los ojos a dos “concursantes” cuelgan una manzana sobre los senos de una estudiante, toca comérsela. Los “veteranos” son conocidos una mezcla de Alternativa Universitaria y la Tuna, futuros aspirantes a políticos, algunos acaban incluso dando clase de Derecho Constitucional. Perdone el lector, y entienda la expresión en su sentido más descriptivo y menos sexista, son una manada de hijos de puta a alguno de los cuales todavía hoy le pongo cara, nombre y apellidos.

Octubre-noviembre de 1988. Estamos en segundo, acabamos con las novatadas.

¿Y hoy?

Hoy las novatadas siguen existiendo, algunas alcanzan el rango de verdadera delincuencia. Me interesan sin embargo las menores, y cómo son percibidas. Basta buscar en internet para encontrar múltiples ejemplos. Podemos listar algunas:

  • Obligar a beber al nuevo contra su voluntad.

  • Hacerle perder la orientación geográfica y espacial si es nuevo en la ciudad.

  • Cualquier actividad que lo ponga en ridículo, los patitos, disfraces forzados, quedarse en ropa interior.

  • Vandalismo contra el mobiliario urbano.

Podríamos continuar.

¿Líderes del futuro?

Estimado lector, los jóvenes que practican el deleznable acto de la novatada estudian para ser los líderes que dirigirán nuestra comunidad. Futuros médicos, abogados, psicólogos o maestros. Quienes deben procurar por nuestra salud e integridad, quienes garantizarán nuestros derechos o quienes educarán a nuestros hijos se abandonan a una orgía insana de ejercicio de poder absoluto, se dejan llevar por sus instintos animales sin el menor sentimiento de culpa.

Porque en esencia se trata de eso. No se equivoquen, la novatada no es un acto de bienvenida, no es una fórmula de integración. Es un puro ejercicio tribal de demostración de poder y estatus. Y además suele ser ideológicamente totalitario y profundamente machista. De lo que se trata es de comportarse como verdaderos machos alfa en un grupo de primates, aunque ideológicamente un grupo de hienas o una piara de cerdos sean mejores metáforas. Lo que se busca es demostrar quién manda y marcar un camino de sumisión. La integración en el grupo es posible desde la humillación, porque quien se somete no cuestiona las reglas, quien se humilla y lo disfruta es confiable y contribuirá a preservar el equilibrio social de poder. Pero además, es un insano ejercicio de venganza diferida y trasferida. El veterano, traslada al nuevo lo que padeció, se venga en él de su propia humillación, acogota al débil, puesto que fue lo suficientemente cobarde como para acatar la ley del más fuerte.

Se trata de un comportamiento sencillamente inadmisible en personas con formación. Se supone que han llegado a la universidad conociendo aspectos básicos de nuestra historia reciente, de la filosofía, de las ciencias naturales. Uno debería creer que estos aprendices de hiena saben que es la Ilustración, que en sus opacas mentes algo ha quedado sobre el pensamiento racional, que entienden que implica la democracia y el discurso de los derechos humanos, que saben que envilecer a una mujer es intolerable, que son conscientes del riesgo psíquico y físico que provocan, que alguien como ellos, -con amigos, padres y hermanos-, podría sufrir daños irreversibles, que hay gente que ha muerto.

Lo saben, pero en su mente enferma, en su sicopática carencia de empatía, perciben la novatada como un ejercicio compartido de diversión. Para ellos es algo que la persona agredida busca casi con deseo, con fruición. La novatada es aceptada en la percepción de estos malnacidos como algo deseado y voluntario. Incluso a veces, es algo impulsado y recordado con cariño por sus malnacidos padres.

¿Qué reglas, qué responsabilidades?

Y todo esto se produce en el país que nos merecemos. Verá querido lector, uno se enfrenta a veces incluso al concepto de “novatadita”. ¡Hombre si es una broma de mal gusto mejor tolerarla! ¡Son jóvenes! Así nos va, en un país que permite las pequeñas infracciones, que las deja en la impunidad, no debe sorprender lo que está pasando.

La universidad es un territorio paternalista en el que la inmensa mayoría de estudiantes, y no nos engañemos más de un profesor, son tratados como menores de edad, como inimputables. Seamos serios. Imagine Vd. lector que un grupo de sus vecinos entra en su casa y provoca daños en su dormitorio, no contento con eso le espera a la puerta y contra su voluntad le retiene, le obliga a ridiculizarse y finalmente le obliga a ingerir litros de alcohol. Qué piensa hacer después, ¿invitarles a café? Imagino que tardará segundos en plantarse en una comisaría. Pues bien, cómo puede ver en el reportaje de la Sexta, en la universidad esas cosas no pasan. Y lo que es peor, el legislador espera estudiar nuevos tipos penales allí donde bastaría con incluir agravantes. Ya existen tipos en el Código Penal, sencillamente aplíquense.

Basta ya!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Ha llegado el momento de decir basta. Ha llegado el momento de que esa inveterada gilipollez consistente en que la policía no entra en los campus debe terminar. Un campus no es un lugar ajeno al Estado de Derecho. Los rectores, los decanos, los directores de colegio mayor deben denunciar y deben hacerlo ya. Deben colaborar con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad y abrirles las puertas. Y deben abrir expedientes disciplinarios y expulsar de la universidad a estos delincuentes.

Es muy sencillo, una universidad democrática debe erradicar a los que hacen novatadas, son mala hierba. No son víctimas, son verdugos, no se diferencian en nada de cualquier comportamiento totalitario. Ejercen su tortura desde el privilegio, ni siquiera tienen la excusa de la exclusión social como justificación. Son la hez de la tierra.

Y puede que si Vd. profesor, director, decano, o rector me está leyendo encuentre este texto exagerado. Sin embargo, puede que algún un día a alguno de estos malnacidos se le vaya la mano y alguien sufra una lesión grave o muera, o más sencillo bastará una simple reacción adversa al alcohol o a una droga que provoque esa muerte. Ese día, cuando tenga que mirar a unos padres a los ojos y darles la noticia, recuerde que este artículo le pareció exagerado y que Vd. con su estulticia, con su laxitud permitió que el derecho a la formación universitaria de un delincuente prevaleciera sobre el derecho a la dignidad de los torturados. Piense que Vd. no es mejor que los malnacidos a los que tolera y protege, Vd. con su actitud de malentendida tolerancia envilece la Universidad y todo lo que ella significa.