Famosas desnudas

Originalmente publicado en Diario Levante-EMV el 21/07/2014

Perdonará el lector lo directo del título, pero le apuesto a que sabe que exactamente esa expresión, con sus comillas y todo, alguien que seguro que no es usted, la ha usado alguna vez en cierto buscador. Por otra parte, no debe sorprendernos que exista toda una industria que comercie con este tipo de producto de modo perfectamente lícito, aunque sólo sea para que sus lectores después lean artículos de fondo. Partamos pues del hecho de que lo lúbrico, lo rijoso, vende. Sin embargo la noticia sobre el asalto a un proveedor de cloud computing para la obtención de imágenes de personas famosas es otra cosa muy distinta y nos debe hacer reflexionar, y mucho, sobre su significado desde un punto de vista personal, social y jurídico.

Como individuos tenemos derecho a expresar nuestra sexualidad como nos venga en gana, ya sea practicando sexting como las famosas, ya sea vistiéndonos de cuero o haciendo el pino puente. Sin embargo, el avance de las tecnologías de la información nos debe hacer considerar los riesgos. El primero de ellos reside en la conveniencia de captar la imagen, incluyendo nuestra decisión sobre qué medio usar y con quien. Es obvio que si Vd. se hace esa foto pone en riesgo su intimidad, de hecho la inmortaliza. Si lo hace con un móvil de esos que carga el diablo, se conectan a wifis abiertas o son de tecla fácil corre un alto riesgo de difusión. Y si además su pareja “de ese momento” es un cenutrio, un machista desalmado o un misógino vengativo, dese por perdida. Si además en lugar de guardarlo en un soporte físico no conectado a la red, y bajo siete llaves, lo sube a un proveedor o lo tiene en un terminal conectado, el riesgo de ataque siempre estará presente. Así que si decide disfrutar digitalmente de su sexualidad, hágalo con seguridad.

Socialmente, se produce lo que un reciente diálogo de una nefasta película proclama: todos miran a la mujer. Bien, exageramos, pero lo cierto es que esta realidad expresa un modelo social que apuesta por una visión de una mujer objeto de papel cuché, esclava de su apariencia, y completamente cosificada como puro objeto de deseo. Nada de amores platónicos, la masa de impotentes sementales de pantalla busca tetas y penetraciones, y si es famosa y la foto “real”, mejor. Pero además, el problema no es sólo de las “famosas”. Por acción u omisión, estamos promoviendo una generación de jóvenes inconscientes que suben millones de imágenes a redes sociales y servidores de video, incluso para hacer trabajos escolares, sin que seamos conscientes del riesgo al que se habitúan. Todos, seamos famosos o no debemos ser conscientes de los riesgos que incorpora la sociedad digital y aprender a convivir con ellos y administrarlos. Y deberíamos tener el compromiso personal, social e institucional de promover la formación, en particular entre los más jóvenes.

Jurídicamente, nuestros proveedores de servicios, en España, pero también en otros países, deben garantizar la seguridad de sus sistemas y resulta razonable, y conveniente, acostumbrarse a leer los términos y condiciones cuando lo que está en riesgo es algo tan sensible como la pública exposición de nuestra vida sexual. Pero desgraciadamente, las empresas no son inmunes a la delincuencia, ningún sistema o país lo es. De ellos se espera una diligencia adecuada, se confía en que analizarán los riesgos, adoptarán medidas de seguridad, dispondrán de sistemas de detección de intrusiones y de un protocolo de actuación y respuesta en función de la gravedad del incidente. Y si no es así, serán jurídicamente responsables no ya de no cumplir con las normas sobre protección de datos personales sino también de resarcir los daños que por su negligencia se causen. Pero, no se equivoque el lector, no ataque gratuitamente a la empresa, ya que si ésta ha sido diligente y ha hecho sus deberes, es una víctima más de un malnacido al que corresponde perseguir con todo el rigor de las leyes penales.

Así que tal vez, y puesto que no hay parejas 100% confiables, ni sistemas inatacables, es probable que el problema no resida tanto en el servicio como en el hecho de que hay información que sencillamente no puede ni debe estar, ni en internet, ni en una nube.